El tratamiento inyectable comienza con una limpieza profunda de la zona a tratar, seguida de la aplicación de una anestesia tópica para minimizar cualquier molestia. Mediante una aguja muy fina, se inyecta cuidadosamente el producto elegido, ya sea ácido hialurónico, toxina botulínica u otro relleno dérmico, en puntos estratégicos. El objetivo es restaurar el volumen perdido, suavizar arrugas o mejorar la definición de ciertas áreas faciales, logrando un aspecto rejuvenecido y natural. El procedimiento es rápido, generalmente dura entre 15 y 30 minutos, y los resultados son visibles de inmediato, con una recuperación mínima.